miércoles, 23 de septiembre de 2009

Compañeros de viaje

Te levantas regio con tu cuerpo maltrecho intentando alcanzar el cielo
tus brazos amputados ansían rosar la inmensidad inexorable de la divinidad
gritas, y lloras pidiendo auxilio
y tu cuerpo, herido de muerte, lucha por resurgir de los escombros abandonados
abandonados por las manos asesinas de tu verdugo
y en cada amanecer realizas una danza dialéctica, dolorosa, torturante
entre la vida y la muerte, entre la esperanza y la desesperanza, entre la compañía y el desamparo
entonces, tus raíces se incrustan con desesperación en la profundidades de la vida
y ríes, y lloras y vuelves a morir una y otra vez con cada advenimiento del recuerdo
recuerdo lacerante del asesinato surgido de las manos de quien tanto amas
caricias que se tornaron en un cercenar minuciosos y cruel que penetró la intimidad de tu cuerpo
hasta desgajarlo casi por completo
tu cuerpo pisoteado y blasfemado se estremece con cada nuevo recuerdo que atormenta tu alma
El orgullo te hace estar de píe, la dignidad hace que de tu cuerpo vilipendeado resurga la belleza y la vida nuevamente
pero en tu intimidad más profunda todo está roto, y no es más que un desierto vasto y árido
y tu corazón se engragenó y tuviste que desgarralo y arracanterlo
y en el instante eterno que lo tenías entre tus manos tus lágrimas se secaron
y nos volvimos compañeros de viaje árbol mio
y compartimos la agonía que quedó atrapada en un paroxismo interminable, imperecedero...

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No tengo ninguna pretensión de poeta, que obviamente no lo soy, sólo busco expresar esas pequeñas cosas que me consumen, esas cosas que ahogan mi alma y siento que me asfixian sino las verbalizo... poeta, poeta no lo somos todos, pero humanos, humanos, eso si lo somos todos...

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